sábado, 12 de enero de 2013

Mi madre, esa persona especial para mí


Para inaugurar este blog, me gustaría hacer un pequeño homenaje a la persona que me ha dado la vida, mi madre, ya que, tras sufrir una enfermedad renal durante 17 años, en diciembre de 2011 ha sido trasplantada. A continuación voy a hacer un breve repaso de su enfermedad.

En el año 1995 comenzó esta pesadilla. Un día empezó a sangrar por la nariz y sufrió una subida de tensión, la cual hizo que, a los tres meses, sus riñones dejaran de funcionar y que, por este motivo, empezara a asistir a sesiones de diálisis. Después de estar dos años, y, tras una serie de pruebas para comprobar si el riñón de mi abuela era compatible con el de mi madre, el trasplante se produjo con éxito, pero, a la semana siguiente,  surgió un gran inconveniente, ya que, durante un reconocimiento médico, un error causó una hemorragia interna provocando que tuviera que ser sometida a tres operaciones a vida o muerte que ocasionaron la pérdida del riñón y la posterior vuelta a diálisis.

Tres años más tarde, en el año 2000, se realizó una segunda implantación, en este caso un trasplante de cadáver. Este segundo riñón permaneció en perfecto estado durante 7 años, pero en el año 2007, tuvo que asistir al hospital para que le realizaran una serie de exámenes rutinarios de sangre y de orina. Posteriormente, los médicos creyeron oportuno un cambio de tratamiento, afirmando que su duración iba a ser de apenas tres días, sin embargo, se complicó más de lo que se preveía en un principio y provocó que mis padres tuvieran que mantenerse aproximadamente tres meses y medio aislados e incomunicados totalmente. El tratamiento aplicado no fue el correcto, el riñón se paró y hubo que extirparlo.

En el momento más inesperado cuando la situación estaba siendo cada vez más delicada, "las manos llenas de vejigas, la piel completamente oscura y cada vez con menos fuerzas", en diciembre de 2011, se produjo un nuevo y esperemos que definitivo trasplante, ya que, como bien dice el refrán la esperanza es lo último que se pierde, y, en efecto, así fue.

A partir de esta circunstancia su vida ha cambiado en todos los aspectos. Antes de la operación tenía que asistir lunes, miércoles y viernes a sesiones de diálisis con un horario de 7 a 11 de la mañana lo que provocaba que al llegar a casa estuviera muy cansada. Esto unido a la ausencia de la mayor parte de la comida y bebida le causaba un profundo malestar físico y psicológico, mientras que actualmente puede hacer una vida como la de cualquier otra persona.

Como conclusión y guiándome a través de mi experiencia personal quiero mentalizar a toda la gente para que se haga donante de órganos, ya que, con este simple gesto, puedes cambiar la vida de millones de personas.

Fuentes de información: María Isabel Aranda Rodríguez (madre)

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